Sanidad para todos, sin excepción

Cuando estudiamos los Evangelios según Mateo, Marcos y Lucas, encontramos un patrón en el ministerio de sanidad de Jesús.

  • Sanaba a todos los que venían a Él sin excepciones.
  • Sanaba a los que estaban en Su presencia, aunque sólo estuvieran acostados en una manta a Su alrededor.
  • Sanaba a los que clamaban con desesperación sin miedo al ridículo o a ser avergonzados públicamente.

Esto nos muestra que hoy en día, podemos simplemente acudir a Él. Podemos sentarnos en Su presencia y clamar a Él en nuestros momentos de profundo dolor y desesperación.

Solemos llamar a ese amigo, a ese ser querido o a un profesional médico antes de recurrir a Dios, casi como un último recurso.

Nuestra vida depende del diagnóstico que nos da Internet y no del informe que Dios quiere darnos.

Imagina la clase de paz que podríamos tener si primero nos arrodilláramos en la presencia de Dios antes de soltar ese texto frenético o llamada para pedir consejo.

No importa el grado de complejidad de nuestras dolencias, Su presencia Omnipresente es suficiente para protegernos y preservarnos. ¿Y si mi mayor deseo fuera Su presencia en mi vida?

¿Y si cada día nos acercáramos más a Jesús para poder sentir Su toque?

El Salmista muchas veces escribía cómo clamaba a Dios con desesperación. ¿Qué pasaría si dejáramos la fachada de tenerlo todo controlado y nos mostráramos indignos ante Dios? Él puede soportar nuestras lágrimas feas, nuestros quebrantos y nuestras frustraciones.

El ciego Bartimeo gritó por encima del ruido de las multitudes, ignorando a los detractores para llamar la atención de Jesús.

¿Qué pasaría si hoy llamáramos a Jesús con desesperación y le pidiéramos sanidad?

Él espera que le invitemos a entrar en nuestra lucha para poder soportar lo que nosotros no podemos. Para que Él pueda sanar lo que nosotros no podemos.

Lectura: Mateo 4:24, Mateo 14:35, Marcos 10:46-52.

Del plan devocional “¡Sanando de adentro hacia afuera! por Christine Jayakaran – instagram.com/christinegershom/

Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó.

Mateo 4:24

Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos; y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos.

Mateo 14:35-36

Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.

Marcos 10:46-52

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *